jueves, 6 de diciembre de 2007

Sobre la publicidad o la Navidad


Durante el mes de diciembre los anuncios de las ONGD suelen aparecer intercalados entre los de los bolsos y las colonias más caras. Pocas veces sin embargo el lujo y la miseria comparten plano, como en este contra-anuncio.
Antes de comprar los regalos de navidad vale la pena ver, por ejemplo, el reportaje que acaba de emitir el programa Report, de la RAI, sobre la industria del lujo italiana. Como resume El País, por lo visto, los productos de Prada, Gucci, Dolce & Gabbana y otras grandes firmas de moda están hechos por inmigrantes chinos en barracones cerca de Florencia, y los bolsos que valen en las tiendas exclusivas casi lo mismo que cobro yo al mes, vienen saliendo en realidad a 10-20 euros de mano de obra.
No está de más tampoco recordar que no hace ni dos meses The Observer descubrió a niños esclavos indios trabajando para GAP, otra marca superfashion. Los niños esclavos indios sólo se encargaban, eso sí, de preparar la línea de ropa infantil Gap Kid que debía venderse esta navidad. Para más inri, GAP forma parte y difunde la iniciativa caritativa Product Red de Bono que recoge fondos para luchar contra el sida en África. Pero no se les puede acusar de deshonestos. En la web promocional ya lo dicen “This isn’t charity; it’s a new way of doing business”.

Ya puestos vale la pena leer también la Declaración de la Red de Solidaridad de la Maquila sobre el asunto.

Cabe tener en cuenta además que para preparar la navidad por todo lo alto, el Parlamento Europeo acaba de aprobar la reducción del tiempo de tele sin anuncios, de 45 a 30 minutos. Menos tiempo para la información y más tiempo para anunciar ropa, bolsos y colonias caras. Menos mal que los programas dirigidos al público infantil gozan de una especial protección, ¡¡¡ no podrán ser cortados si duran menos de 30 minutos !!!.
Pero como bien dice Mònika Jiménez, profesora de Periodismo Audiovisual de la Universitat Pompeu Fabra, lo nocivo no son los anuncios. Lo nocivo es no conocer los beneficios económicos que mueven los 20 segundos de un spot y no tener una mínima formación audiovisual.

Menos mal que tenemos a Eloisa Nos... y la contrapublicidad.
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1 comentario:

Montse Santolino dijo...

Cielo e infierno
MARGARITA RIVIÈRE 20/12/2007-El País

Resistir el mareo de insinuantes anuncios de colonias, fragancias y aromas del lujo inútil es uno de los retos de la Navidad televisiva. El mundo paradisiaco de la publicidad, orgía de maravillas, es mucho más que técnicas de persuasión: se devora a sí mismo. La publicidad nos descubre que “¡se puede hablar gratis!”. ¡Por fin! Es, claro, el texto, que envuelve una marca de móvil. También hay juguetes que “¡enseñan el sentido de la libertad!”, con énfasis desaforado. O mascarillas de pelo “¡que dan vida!” y un sinfín de famosos, desde Penélope a George Clooney, pasando por la omnipresente Kate Moss y Papá Noel que nos incitan a ser felices tomando café y chocolate o rebajando cartucheras.

¿Qué haríamos sin el paraíso de la publicidad con lo malas que suelen ser las noticias del telediario? La realidad, desde el punto de vista de los anuncios, es el infierno: guerras, desencuentros, inseguridad, maldad, desgracia, miseria. Por no hablar de la amenazante inflación, la precariedad de la vivienda, lo cara que se pone en Navidad la cesta de la compra. Sólo faltaba la nieve y el frío —ni un solo telediario se olvida de lo fotogénico que es el invierno— combinada con una devastadora y no menos expresiva sequía. Sin anuncios, esta televisión, quizás, sería irresistible.

Hasta la esperanza está en sus manos: de eso va el anuncio del “Gobierno de España” que asegura: “Ayudas a la dependencia, un derecho para todos”. El mismísimo Bob Dylan se presta a clamar por “un agua limpia”, en una extraña promoción de la Expo de Zaragoza: Rajoy no lo hubiera hecho mejor. Alguna ONG apela, entre perfumes y cavas, a la compasión. El repertorio es infinito, ¿incontrolable? En medio de las interesantes preguntas de los catalanes a Artur Mas —TVE-1— se coló un épico anuncio del AVE a Málaga y Valladolid: ¿el Gobierno de España haciendo amigos? El marco decide, dice Lakoff con razón.