lunes, 20 de abril de 2009

El holocausto no es un espectáculo: Lanzmann contra Spielberg


La lista de Schindler existía y la han encontrado. A propósito del exterminio nazi El País publicó ayer un excelente artículo sobre las maneras opuestas de representar el horror y el dolor: ¿una historia de Hollywood con héroe, o un documental con los supervivientes?
“muchos de los que defienden la necesidad de salvaguardar la memoria del Holocausto alertan sobre la proliferación de películas que lo tienen como tema, una avalancha que llega, dicen, acompañada de dos grandes peligros: la banalización exhibicionista del horror y, en una nueva vuelta de tuerca, la identificación con los verdugos"
Lanzmann (autor de Shoah) critica a Spielberg porque en su “Lista” hace todo lo que no “debe” hacerse: usar actores que imiten el sufrimiento de personas reales y reconstruir los escenarios en los que tuvo lugar. El director francés arremete incluso contra las imágenes de archivo que “petrifican el pensamiento y aniquilan todo poder de evocación".
"Si hubiese encontrado un filme ya existente —un filme secreto, porque estaba estrictamente prohibida cualquier filmación— rodado por un SS que mostrase cómo tres mil judíos, hombres, mujeres, niños, morían juntos, asfixiados en una cámara de gas del crematorio II de Auschwitz, si yo hubiera encontrado eso, no solamente no lo hubiera mostrado, sino que lo hubiese destruido”.
¿Memoria o espectáculo? ¿qué emociones y razones activamos en nuestros blogs, artículos, anuncios? La disyuntiva es aplicable a la representación de todos los horrores y dolores actuales. Incluidos el hambre o la tortura.
Ayer en El País también se hablaba del manual de tortura de la CIA... Con la foto-icono del traslado de un prisionero naranja de Guantánamo y dibujitos de las barbaridades...SuperObama no juzgará a los torturadores...

1 comentario:

Jordi de Miguel dijo...

De "Ante el dolor de los demás", de Susan Sontag:

Cuanto más remoto o exótico el lugar, tanto más estamos expuestos a ver frontal y plenamente a los muertos y moribundos. Así, el África poscolonial está presente en la conciencia pública general del mundo rico -además de su música cachonda- sobre todo como una sucesión de inolvidables fotografías de víctimas de ojos grandes [...] Estas escenas portan un mensaje doble. Muestran un sufrimiento injusto, que mueve a la indignación y que debería ser remediado. Confirman que cosas como ésas ocurren en aquel lugar. La ubicuidad de aquellas fotografías, y de aquellos horrores, no puede sino dar pábulo a la creencia de que la tragedia es inevitable en las regiones ignorantes o atrasadas del mundo; es decir, pobres.

La exhibición fotográfica de las crueldades infligidas a los individuos de piel más oscura en países exóticos continúa con esta ofrenda, olvidando las consideraciones que nos disuaden de semejante presentación de nuestras propias víctimas de la violencia; pues al otro, incluso cuando no es un enemigo, se le tiene por alguien que ha de ser visto, no alguien (como nosotros) que también ve.

La afirmación de que la realidad se está convirtiendo en un espectáculo es de un provincianismo pasmoso. Convierte en universales los hábitos visuales de una reducida población instruida que vive en una de las regiones opulentas del mundo, donde las noticias han sido transformadas en entretenimiento; ese estilo de ver, maduro, es una de las principales adquisiciones de “lo moderno” y requisito previo para desmantelar las formas de la política tradicional basada en partidos, la cual depara el debate y la discrepancia verdaderas. Supone que cada cual es un espectador. Insinúa, de modo perverso, a la ligera, que en el mundo no hay sufrimiento real. No obstante, es absurdo identificar al mundo con las regiones de los países ricos donde la gente goza del dudoso privilegio de ser espectadora, o de negarse a serlo, del dolor de otras personas, al igual que es absurdo generalizar sobre la capacidad de respuesta ante los sufrimientos de los demás a partir de la disposición de aquellos consumidores de noticias que nada saben de primera mano sobre la guerra, la injusticia generalizada y el terror. Cientos de millones de espectadores de televisión no están en absoluto curtidos por lo que ven en el televisor. No pueden darse el lujo de menospreciar la realidad.