domingo, 5 de abril de 2009

Pordioseros (II)

Sobre la comunicación de las ONGD

La pregunta es qué hemos perdido en el camino, qué hemos dejado atrás y necesitamos recuperar si aspiramos a conectar con la sociedad, es decir, a ser eficaces comunicativamente
. Y pienso que, en la sociedad del entretenimiento somos cada vez somos más serios y tristes, como si lo interesante estuviese reñido con lo entretenido. Y pienso que seguimos aferrados al libro y el texto, el mismo bla, bla, bla de siempre, sin mirar alrededor: ¡vivimos no sólo rodeados, sino enganchados, a teclas y pantallas!. Hemos perdido el gusto por el encuentro sin transacción económica de por medio, el interés por escuchar, pero de verdad, sin mirar de reojo el reloj.

Me pregunto también si no tendrá todo esto algo que ver con las dificultades que tenemos para conectar con la gente. Porque seguimos pensando que a la mayoría de los hombres y mujeres que nos rodean no les interesa la solidaridad.

Ese es quizá el nudo de la cuestión: que reducimos todo a la razón y la lógica, cuando lo único que nos moviliza es lo que nos emociona –¿o conocéis a alguien que se haya enamorado después de un sesudo y exhaustivo análisis de la situación?-. Claro, también es más fácil buscar culpables fuera -¡son unos insensibles, son víctimas de la sociedad de consumo y del entretenimiento!- que asumir nuestro fracaso a la hora de hacer de la solidaridad algo interesente, que merezca la pena.

Indaguemos qué consigue emocionar a la persona que tenemos enfrente. Recuperemos el deseo de aprender, porque da por supuesta nuestra condición de seres en proceso, inacabados, en búsqueda permanente, sin soluciones definitivas y redondas.. Perdamos el pánico a la pregunta, a ser incómodos por hacerla o a sentirnos incómodo por ser interrogados.

En fin…¿no será que somos aburridos?.

Cuidado, como dice Omar Rincón en esta entrevista: ¡el que aburre pierde!.

Quiero escribir sobre “los pordioseros”, los de antes, que imploraban “una limosnita, por-Dios”, y los de ahora, los que piden “una ayuda para los pobres del mundo”, eso sí, con fórmulas bastante más sofisticadas, tuneadas por el marketing. En el fondo ¿no seguimos haciendo lo mismo?. Pero hoy sólo me salen preguntas. Sé que podría haberlo contado mejor, pero ya he hablado de la falta de creatividad y la tristeza. Me comprometo a seguir intentándolo, es todo lo que puedo hacer.

Autora: Tere Burgui
Cedido a Cicomunica

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