Cuando decidimos explicar lo que sea corremos el riesgo de que aquello sea conocido sólo desde la visión que hemos querido dar. En la tarea se acota al máximo con el fin de obtener argumentos esmerados y exactos. A menudo, sin embargo, esta exactitud microscópica nos limita la mirada, segmenta una realidad y, a veces, la desconecta de su entorno. La periodística es una de las profesiones que más exige relacionar una serie de acontecimientos que explican las causas y consecuencias de unas determinadas acciones.
Sin embargo, este carácter historiográfico del periodismo, de la redacción de la historia, que puede servir como referente a futuro, configura una realidad a partir de la suma de acontecimientos que parecen aislados. La yuxtaposición de hechos puntuales sin la explicación de las causas y relaciones puede dar la sensación de imparcialidad que tiende a buscar el periodista, pero también nos deja sin una explicación que sea coherente y probable.
Cuando se narra qué ha pasado podemos ver el porqué a partir de la manera de cómo se explica; este porqué, mantiene la carga ideológica de quien ejerce las funciones periodísticas. Es en este punto en el cual podemos omitir argumentos que se encuentren lejos de nuestras posiciones ideológicas, pero que dan un matiz diferente a los hechos narrados.
¿Hasta qué punto no estamos cometiendo el mismo error por el cual hemos decidido contar los hechos desde nuestra perspectiva? Es decir, la desinformación no sólo se manifiesta cuándo nuestros contrarios omiten parte de la historia, si no también cuándo no decimos todo lo que atañe. Quiere decir que un mismo acontecimiento puede ser narrado de formas diversas y que, por lo tanto, éstas serán también falsas por lo que respeta a los hechos. Escribir sobre una historia es reescribirla. Así pues, habrá que escoger bien aquellos elementos que consideramos la representa de la mejor manera, ya que decidimos hacer pública una historia y no sólo llegar a nuestro público; es un probable referente de quien quiera saber sobre aquel hecho.
La función de informar a la sociedad sobre unos determinados hechos, escogidos a partir de lo que considera importante quien redacta y atribuyéndoles una determinada carga emocional es legítimo y necesario, a la vez que complicado.
Mirar sobre un lugar iluminado hace el resto más oscuro. Es en esta oscuridad donde se sitúan los vínculos que conectan los acontecimientos en una sociedad relacional donde se piden respuestas que expliquen los cómos y los porqués de las injusticias.
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