domingo, 7 de febrero de 2010

Cómo contar las catástrofes (I)


Lo que nos contaban desde Haití l@s cooperantes sobre el terreno, y lo que salía en los medios, no ha empezado a coincidir hasta casi un mes después.

Ante la crítica al sensacionalismo y a los enfoques inadecuados de la cobertura informativa, algunos periodistas se revuelven: mejor para vosotros, más reacción, más dinero para las ONG. Y aún más perverso todavía que los propios haitianos lo crean también…

“el meu espòs encara no ha pogut venir amb mi. És haitià. Parlo amb ell cada dia, jo li explico el que sabem des d' aquí i ell el que es veu o es sent allà. Li vaig explicar la cruentor d'algunes imatges d' algunes cadenes de televisió; li deia que no feia falta, que ho fan per cridar l' atenció de l' espectador i que em semblava brut. I ell em va respondre que nooooooo, que ja estava bé així, que si no ens oblidaríem abans d' ells!”
(comentario en un chat con Antoni Bassas, corresponsal de TV3).

Pero algunos buenos periodistas saben que no deben suplir el desconocimiento con sentimentalismo, y que no deben lastimar aún más a los afectados por una tragedia con crónicas o fotos que ofendan su dignidad, personal o colectiva.
"Ocurre siempre con las historias importantes. Que te hacen volver a lo fundamental del negocio. Como recordarte, por si acaso, que no se debe tomar partido. O dejarse llevar por los sentimientos.
O sea, no olvidar que no somos ni comparsas ni enfermeras.

(…) Lo nuestro es contar las noticias. No es tan complicado. Aquí un terremoto, aquí hay tantos muertos, aquí hay hambre. A poder ser explicando un poco por qué, cómo, cuándo, quién y pequeños detalles así. Intentando que se entienda. Y no liarlo todo.
(…) Y entonces esperar que, efectivamente, tú hayas hecho tu parte con la honestidad que pretendías y contribuido desde tu pequeña esquina a que todos sepamos un poco mejor en qué mundo vivimos. A fin de cuentas, las noticias no se las cuentas a espectadores sino a ciudadanos".

Fran Sevilla de RNE:
“El pueblo hatiano es un pueblo de una gran dignidad”, me insiste sor Martina. Es evidente. Estos días se está viendo, lo estamos viendo. No ha perdido la dignidad ni la compostura a pesar de estar viviendo la peor catástrofe de su historia; y aunque no lo entiendan quienes sólo saben medirlo todo en términos militares y lo único que les importa es enviar soldados”.

Y sobre todo, Joaquim Ibarz de La Vanguardia (en la foto), maestro de corresponsales, que denuncia clara y abiertamente la visión sesgada que se ha dado, sobre lo que estaba ocurriendo en Haití.

"Cualquiera que haya seguido la catástrofe de Haití tan sólo por las imágenes que han transmitido las cadenas de televisión de todo el mundo, habrá sacado una visión parcial, incluso deformada, de lo que ha pasado en la golpeada nación caribeña. Durante dos semanas, los telediarios y muchos periódicos, se han volcado en mostrar actos de violencia, saqueos donde no había nada que saquear, desórdenes en la entrega de ayuda, tiros al aire de la policía para disolver trifulcas ante camiones de reparto.

Con excepciones, como los enviados de TV-3 y Antena-3, éste es el Haití distorsionado que han mostrado la mayoría de los medios, plegándose a cierto amarillismo, cebándose en lo trágico, sin enseñar la realidad de un pueblo que pide respeto, dignidad y trabajo. Ni una cadena, ni una agencia, se interesaron por la destrucción del Museo Nader, principal patrimonio cultural de Haití, que mostraba la mejor colección de pintura naïf del mundo. De 15.000 cuadros, apenas se rescataron 400.

(...)
Centenares de periodistas han recorrido en frágiles motocicletas, día y noche, calles atestadas de damnificados sin que nadie haya sufrido un intento de asalto, ni una muestra de hostilidad.

(...) En el semi derruido Hotel Villa Creole, feudo de muchos periodistas españoles, hemos dejado cámaras, dinero y teléfonos satelitales en cuartos que no cierran: a nadie le faltó un centavo. Los ordenadores permanecen sin vigilancia horas y horas en improvisadas mesas de trabajo mientras los reporteros recorren la ciudad. No desapareció ni un enchufe.

(...) De las ruinas del terremoto emerge un pueblo noble, sufrido, de brillantes aportes en la pintura naïf, la música y las artesanías, que reivindica la raza negra, mantiene la cultura de sus ancestros y busca superar una historia de satrapías y racismo que hiere la dignidad humana."

La Vanguardia publicó esta opinión de su corresponsal (cosa muy inhabitual) y ha vuelto a abordar el tema con una pieza titulada Cuando la visión obscena de la pobreza se convierte en materia prima de la guerra por las audiencias. Muestra muy bien como las pobrezas del Raval y de Haití comparten "modelo" des-informativo.

Begoña Román, miembro de la Comisión de Seguimiento de Código Ético de la Federació Catalana d'ONGD niega de plano que la divulgación de imágenes de personas postradas por la miseria tenga "la más mínima eficiencia social". Todo lo contrario, alienta "la indiferencia en la medida en que está unida al entretenimiento". "La espectacularización de la miseria es una nueva versión del pan y circo".

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