Fijaros en este artilugio colgado en la web de la CNN:
A golpe de clikc, te subes a una pick-up, arrancas y el desastre se abre a tus pies. Desde arriba puedes mirar todavía más arriba abajo delante detrás izquierda derecha... 360 grados de destrucción bajo tus pies. 360 grados de reconstrucción en tu cabeza: el sueño de cualquier aventurero victoriano en el Congo.
Bill Ashcroft cuenta en su libro Post-colonial transformation cómo desde que el pensamiento griego privilegió la vista como vía de cognición por encima del resto de sentidos y formas intuitivas o imaginarias ésta se convirtió en un “medio”, también, de colonización.
Los mapas son un buen ejemplo de esa lógica. En ellos se dibuja y nombra lo visto. Los espacios en blanco son blancos vacíos porque Europa no está, representan la ausencia de modernidad y civilización, una ausencia que debe ser “llenada” a través de la exploración, la observación, el mapeo y el nombre.
La perspectiva como manera “razonable” de pintar/conocer el mundo también implicó, según Ashcroft, la división entre el objeto y el sujeto y la entrada de la ideología occidental en el establecimiento de su significado. “Una de las estrategias más poderosas de dominación imperial es la vigilancia u observación: porque supone alguien que ve desde un punto elevado, sugiere el poder de procesar y entender lo que es visto, y objetiviza, e interpela, el sujeto colonizado de manera que fija su identidad en relación con el observador”. “El acto de mirar no sólo conoce lo que mira, ocupa espacio, se convierte en lo que mira”. ¿Qué tal esos cuadros victorianos en los que los exploradores/colonizadores observan/poseen desde lo alto de una colina lo salvaje/inexplorado que se abre a sus pies?
En su libro Imperial Eyes, Mary Louise Pratt analiza esa huella en la literatura de viajes de los siglos XVIII, XIX y XX. La narración de lo ausente o deficiente sugiere una necesidad de intervenir social y materialmente. De acuerdo a Pratt, esa postal victoriana del explorador/colonizador que observa, describe y posee “lo nuevo” se repite en el reporterismo occidental que cubre las independencias africanas en los sesenta o las guerras civiles centroamericanas de los 80s. Sólo que la observación no se realiza desde la cima de un monte, sino desde el balcón más alto del Sheraton. ¿Lo mismo en Haití?
Más allá de las teorías, a mí subir al coche de la CNN me genera una sensación de victoria e invulnerabilidad que raya el asco: yo soy el blanco intocable que ve y observa el desastre de ellos. Tengo mirada omnipotente, y avanzo a la velocidad que quiero, mientras ellos andan sin rumbo. En mi cabeza tengo planes para reconstruir lo que veo. Los llevaré a cabo; ellos seguirán vagando.
Bill Ashcroft cuenta en su libro Post-colonial transformation cómo desde que el pensamiento griego privilegió la vista como vía de cognición por encima del resto de sentidos y formas intuitivas o imaginarias ésta se convirtió en un “medio”, también, de colonización.
Los mapas son un buen ejemplo de esa lógica. En ellos se dibuja y nombra lo visto. Los espacios en blanco son blancos vacíos porque Europa no está, representan la ausencia de modernidad y civilización, una ausencia que debe ser “llenada” a través de la exploración, la observación, el mapeo y el nombre.
La perspectiva como manera “razonable” de pintar/conocer el mundo también implicó, según Ashcroft, la división entre el objeto y el sujeto y la entrada de la ideología occidental en el establecimiento de su significado. “Una de las estrategias más poderosas de dominación imperial es la vigilancia u observación: porque supone alguien que ve desde un punto elevado, sugiere el poder de procesar y entender lo que es visto, y objetiviza, e interpela, el sujeto colonizado de manera que fija su identidad en relación con el observador”. “El acto de mirar no sólo conoce lo que mira, ocupa espacio, se convierte en lo que mira”. ¿Qué tal esos cuadros victorianos en los que los exploradores/colonizadores observan/poseen desde lo alto de una colina lo salvaje/inexplorado que se abre a sus pies?
En su libro Imperial Eyes, Mary Louise Pratt analiza esa huella en la literatura de viajes de los siglos XVIII, XIX y XX. La narración de lo ausente o deficiente sugiere una necesidad de intervenir social y materialmente. De acuerdo a Pratt, esa postal victoriana del explorador/colonizador que observa, describe y posee “lo nuevo” se repite en el reporterismo occidental que cubre las independencias africanas en los sesenta o las guerras civiles centroamericanas de los 80s. Sólo que la observación no se realiza desde la cima de un monte, sino desde el balcón más alto del Sheraton. ¿Lo mismo en Haití?
Más allá de las teorías, a mí subir al coche de la CNN me genera una sensación de victoria e invulnerabilidad que raya el asco: yo soy el blanco intocable que ve y observa el desastre de ellos. Tengo mirada omnipotente, y avanzo a la velocidad que quiero, mientras ellos andan sin rumbo. En mi cabeza tengo planes para reconstruir lo que veo. Los llevaré a cabo; ellos seguirán vagando.
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