Es cierto que los medios de comunicación responden a intereses políticos y económicos. Sin embargo, cerrar filas para atacar o adherirse a un candidato político de manera flagrante, desinformar, exagerar, "crear hechos noticiosos", tener amnesia periodística, resultan temas que ponen en cuestión la ética periodística.
En el Perú - en la segunda vuelta electoral para las elecciones presidenciales - se siente la polarización en la sociedad y la arremetida de los grandes medios (Grupos como El Comercio, EPENSA, Frecuencia Latina) y de periodistas en contra de Ollanta Humala y a favor de Keiko Fujimori. Incluso se ha sancionado a aquellos que no militan periodísticamente con la causa fujimorista, tal como lo denunciaron los periodistas despedidos de CANAL N. Hay quienes también han señalado que en el Perú se está viviendo un sicariato mediático, al producir programas televisivos destinados a la demolición de la candidatura de Humala.
En este escenario, ¿cómo los medios de comunicación pueden ayudar al voto informado de la ciudadanía, si se polarizan y se parcializan de manera escandalosa a favor de un candidato y en desmedro del otro? El periodista Gustavo Gorriti señala que actualmente se ha creado un frente mediático contra Humala y que responde a intereses claros de los grupos de poder. Aquí la entrevista.
Asimismo también hay unos cuantos medios, con menos poder, que están lanzando campañas por el no voto a Keiko Fujimori: Diario LA PRIMERA y el ideele radio, éste último recordando las violaciones de derechos humanos cometidos en el período de Alberto Fujimori, con su spot KEIKOTON.
La diferencia entre los grandes medios, sus discursos, su producción noticiosa y su cobertura frente a espacios o medios con posturas diferentes, es tan grande y similar a la desigualdad social en el Perú. El abismo existente en el poder y el alcance de los medios es notable.
A esta exposición mediática desigual, se auna la creciente intolerancia y violencia en la sociedad en torno a la contienda electoral. Una violencia que se expresa en la agresión contra el periodista Jaime de Althaus de CANAL N, la cual es censurable en todo sentido. Sin embargo, se aprovecha este hecho para azuzar la polarización, sin llamar a la cordura sino más bien llenar de descalificaciones a este grupo, al cual se le ha vinculado con Humala.
El temor de que en el Perú se instale un régimen como el de Venezuela y Bolivia, ha calado en el electorado peruano y los medios masivos han abonado mucho para ello. En oposición, se ha bajado la voz para recordar el papel de la candidata Fujimori en el gobierno dictatorial y comprobadamente corrupto de su padre.
Además en este proceso electoral se han logrado evidenciar, una vez más, los discursos racistas (en todos los sentidos), la lógica del insulto como forma de diálogo, la falta de discusión política y la invisibilización mediática de personajes incómodos para el status quo.
Las redes sociales tampoco han escapado a ello. Es posible encontrar en Facebook y Twitter los llamados en contra de Humala y Keiko, además del voto viciado y entre ellos mensajes que buscan imponer los intereses económicos a los políticos y ciudadanos. Mensajes que buscan denigrar a los electores de provincias frente al electorado limeño, mensajes que hacen apología a la guerra subversiva o a la actuación de los militares en tiempos de terrorismo. Polarización total.
¿Cómo construir democracia y participación ciudadana si la memoria histórica es acallada por los medios masivos? ¿Cómo demandar y velar por el juego democrático en el país, cuando todo aquél que difiere o tiene una postura distinta es sancionado?
Es evidente, entonces, que aún falta mucho por hacer en el Perú. La democracia, la libertad de expresión, la participación ciudadana necesitan re-configurarse o afirmarse en otra orilla, porque en esta no avanza hacia el encuentro sino hacia el enfrentamiento. Como bien se sabe, el crecimiento económico innegable del Perú en los últimos años no es signo real de un avance en el país. No se puede avanzar cuando hay retrocesos en los derechos y las libertades para pensar diferente, cuando no se puede ejercer el trabajo periodístico sin coacción, cuando existe un "concierto mediático" que responde a un solo interés.
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