viernes, 19 de febrero de 2010

Como contar las catástrofes (II)

Foto de Haití en Flickr de Nacions Unides

Carpentier “vio” lo real maravilloso en Haití. En El reino de este mundo Haití es la promesa y Europa y su segunda gran guerra el fracaso de la civilización europea.

Hay que aprender del Sur.
Muchos países, conscientes de su vulnerabilidad, trabajan en cómo gestionarla. La Iniciativa de la Comunicación tiene un contenedor específico con documentación sobre gestión del riesgo (uno de esos resultados de la cooperación que nunca se saben explicar ni difundir), y del trabajo de la CAN en prevención de desastres con periodistas ha salido una publicación fantástica, Periodismo público y gestión del Riesgo. ¿Qué saben ya? ¿qué pueden contarnos?

Primera pista: "dejar de culpar a la naturaleza como la responsable de los desastres, y asumir que los riesgos son procesos construidos socialmente. Es decir, que para que el riesgo exista se necesitan fenómenos peligrosos y condiciones de vulnerabilidad que son generadas por los seres humanos”.

Como explica l'Escola de Cultura de Pau, Haití es técnicamente una emergencia política compleja: una situación causada por el ser humano, en la que se producen víctimas por efecto de un conflicto armado, desplazamientos y hambrunas, combinado con un debilitamiento o colapso total de las estructuras económicas y estatales, y con la presencia eventual de una catástrofe natural. Las emergencias se diferencian de las crisis humanitarias en sentido estricto porque persisten durante largos períodos de tiempo, tienen un origen fundamentalmente político y provocan consecuencias humanitarias más graves.

Segunda pista: reconsiderar el uso de determinadas imágenes. Excelente David Trueba, creador, y ahora crítico, de imágenes…
El peligro que corremos tras la torrentera de imágenes es el de la banalización, el efectismo sin sustancia, el abuso de la emoción, hasta degenerar en la indiferencia. Hay demasiadas pantallas, demasiadas ventanas, para que cualquier suceso no pase a ser carnaza, alimento del morbo y finalmente una vulgaridad. La repetición, la carencia de contexto, pueden pervertir una imagen hasta su vaciado. Ayer se emitían, en bucles sin fin, imágenes demoledoras a espaldas del locutor o la presentadora, como un forillo, un relleno, convirtiendo el horror en un mero elemento decorativo. Esas imágenes, algunas espectaculares, deben tratarse con mimo y cuando no cumplen la función básica para la que fueron tomadas preservarse como un tesoro. Es un oficio complejo el de informar, cuya virtud reside en la medida exacta. No se trata de ordeñar la vaca del dolor ajeno provocando un chaparrón emotivo, sino de excitar aquella neurona que nos hace más conscientes del lugar que el ser humano ocupa en el universo. Nos deja más tristes, pero mejor informados”
Tercera pista: dejar de tratar a las personas afectadas por los desastres como víctimas impotentes. Primero porque como confirman todos los organismos y ONG de emergencias, las redes de autoayuda y las capacidades locales se activan siempre y de inmediato y, segundo, porque supone una forma de exclusión.
Ese testigo de excepción que es el ciudadano hace su aparición en los medios de comunicación como un ser impotente, desvalido que lo ha perdido todo incluso la capacidad de tener un discurso sobre el tema, si es que alguna vez la tuvo, especialmente porque en la mayor parte de los casos las víctimas son pobres que no solamente estaban en condiciones de vulnerabilidad sino que nunca han sido consideradas personas que puedan expresarse sobre sus problemas y sobre las alternativas de solución. Esta es una condición general a la que recluye el discurso periodístico a los ciudadanos en todos los casos, pero que se hace más evidente en el caso de los desastres (…); en el fondo no considera al ciudadano una fuente legítima, porque las fuentes legítimas producen hechos y los ciudadanos no producen hechos sino que los padecen. Es decir, los ciudadanos son la voz pasiva. Y aun cuando aparecen en los relatos mediáticos por su privilegiada condición de testigos excepcionales de los acontecimientos, ese testimonio solicitado por el periodista los confina al lugar de la víctima. Ya se ha dicho que se resaltan sus condiciones de impotencia como elemento melodramático de la narrativa periodística. (…) Los efectos de esta práctica son mucho más profundos que simplemente un acto de exclusión del espacio mediático. Constituye, en el fondo, un acto de exclusión política”.

Cuarta pista: documentarnos sobre la historia reciente (o no tanto) y sobre el contexto, y siempre consultar fuentes/expert@s locales y dar legitimidad y espacio a la sociedad civil organizada. Si algo había en Haití eran ONG y asociaciones, y muchos artistas. Y ahí no vamos a encontrar pasividad y victimismo. Ruti, de Medicos del Mundo, confirma que el personal local que están contratando tiene un excelente nivel de formación. ¿Por qué eso no se cuenta?

Quinta pista: puesto que el cambio climático favorecerá nuevos desastres (también seguramente en nuestra parcelita del mundo), no estaría demás “crear entre los profesionales de la comunicación una cultura de desastres, evitando así caer en errores o facilismos; favorecer las relaciones entre organizaciones, medios y autoridades para que la información sea cada vez más apegada a la realidad, más objetiva y más consciente sobre los contextos del desastre”.

Para empezar podríamos no olvidarnos de este tema hasta la próxima.

Sexta pista: siendo importante la cobertura y el apoyo durante los desastres, lo es más la orientación a la prevención y a la mitigación pero, claro, este enfoque se da de patadas con la “noticiabilidad” y el negocio. Ana María Miralles, mamma del Periodismo Público latinoamericano, dice que “la verdadera transformación del periodismo no pasará por las lógicas del mercado sino por el cambio en el punto de vista desde el cual los periodistas narran la realidad. Lo que se propone es que ese punto de vista sea el del desarrollo sostenible en relación con los derechos humanos de los afectados”.

Gustavo Wilches-Chaux nos da la clave de lo que sería un buen periodismo “de desastres”: hacer una evaluación de si la información que ofrecemos contribuye a que las comunidades sometidas a una amenaza de cualquier tipo y origen (natural, socionatural o antrópico) ganen mayor control sobre sus vidas y su destino, o si, por el contrario, refuerza la condición de ‘víctimas impotentes’.

¿Y no sería un buen criterio para cualquier periodismo que trabaje por un mundo mejor para tod@s?

6 comentarios:

Leandro Fernández Miró dijo...

Perfecto.

Espacios abiertos, sin jerarquías, las personas creando información, intercambiando conocimiento... reinventar la lógica de 'la verdad está en los medios'.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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natalia_paperblog dijo...

Buenas tardes,

Quisiera disculparme, pero no he encontrado otra manera de contactarte que a través de los comentarios. Soy Natalia, de Paperblog. Me pongo en contacto contigo para invitarte a conocer el proyecto Paperblog, http://es.paperblog.com, un sevicio de difusión cuya misión consiste en identificar y dar a conocer los mejores artículos de los blogs inscritos ,que sino, se diluyen entre la masa antes de llegar a los oportunos lectores. "Cicomunica" se adapta a nuestros criterios y creo que tus artículos resultarían muy interesantes a los lectores de "Comunicación y Solidaridad"
Espero que te motive el proyecto que iniciamos el mes pasado con tanta ilusión. Échale un ojo y Mientras, no dudes en escribirme para conocer más detalles.
Un saludo de todo el equipo, 
Natalia -natalia@paperblog.com
Responsable Comunicación Paperblog

Treball Solidari dijo...

Queriamos avisarles del Concierto solidario "Haití és aquí" este miércoles en el Teatre Principal de Palma http://ow.ly/19N0v