viernes, 25 de enero de 2008

Lenguajes

La comunicación de las grandes corporaciones y entidades busca generar simpatías. La apariencia se cuida al máximo, y la retórica se amolda con tal de ganar complicidades y caer simpático. Hay también quien se empeña en lo contrario: en cultivar una imagen doctrinaria, antipática e inflexible, que seguramente es otra muestra de calculada superficialidad, pero a la inversa. Con este panorama, donde realidades y apariencias se funden, la comunicación social debería explicarse mejor y estar más atenta a la actualidad. Se ha dicho en una reciente reunión de ONG, que existe un proceso de estandarización del lenguaje, que desactiva la crítica social. Observación acertada. Un discurso hueco o ya asimilado no conecta lo suficiente, no añade nada, no amplía públicos si lo que se quiere conseguir es algo tan ambicioso como un cambio de paradigma cultural. Puede incluso ahondar en la apatía. John Paul Lederach, profesor universitario, apela en su libro “El arte y el alma de la construcción de la paz” a la sagacidad, a la imaginación moral y el aprendizaje continuo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para estandarización del lenguaje, el de las ONG. Por poner solamente un ejemplo: el lenguaje "débil". En los documentos de las ONG no se hacen las cosas, sólo se "intentan". Todo son "propuestas", nada cosas en firme.

No digamos si vamos al lenguaje de género, a la jerga propia del sector, a palabras como "Norte" o "Sur" que se supone que todo el mundo entiende como las ONG pero que en realidad se usan con acepciones que no aparecen en ningún diccionario generalista, etcétera.

Y, efectivamente, de la estandarización se llega a la falta de crítica. Las ONG rara vez ejercen la autocrítica, aunque estén todo el día con ese palabrejo en la boca.

Por si alguien no lo ha leído, creo que vendría muy bien revisar "LTI: la Lengua del Tercer Imperio", de Victor Klemperer. Una joya.