domingo, 16 de octubre de 2011

Hijos de Kapuscinski: el auténtico periodismo humano


Para definir mi oficio, el calificativo que más me gusta es el de traductor. Pero no de una lengua a otra, sino de una cultura a otra. Ya en 1912, B. Malinowski advirtió que el de las culturas no es un mundo jerarquizado (...) Sus conclusiones cobran fuerza hoy en día, en este mundo nuestro tan polifacético y diversificado cuyas culturas se penetran y entrelazan cada vez más. El reto consiste en lograr que sus relaciones no se fundamenten en principios de dependencia y subordinación, sino de entendimiento mutuo y de diálogo entre iguales. Sólo entonces daremos una oportunidad a que la buena fe y la voluntad de comprender al otro triunfen sobre todos los odios y conflictos que sacuden a la familia humana”
Kapuscinski, El mundo de hoy. Autoretrato de un reportero.

¿Quién dijo que el periodismo estaba muerto? El chico blanco es Daniel Burgui y me tiene robado el corazón. Fotógrafo fantástico pero cronista excelente, este jovencísimo periodista ha escrito algunas de las cosas más bonitas que he leído sobre la crisis del Cuerno de África: periodismo humano de verdad, mirada limpia sin un ápice de cinismo. Ganas de entender y de escuchar, y disposición mental para ponerse en el lugar del otro.

Cosas de la vida (y buen ojo que tiene una), mientras preparaba este post le han dado el premio de mejor periodista navarro del año. Olé por la Asociación de Periodistas de Navarra que como él dice en esta entrevista, con este premio animan a much@s jóvenes periodistas freelance a no renunciar al periodismo, aunque a veces parezca la peor de las carreras de obstáculos. Hay mucha gente viajando y currando, sin la más mínima garantía de que les publiquen o compren la mitad de las cosas que hacen.

Cierto que con Kapuscinski aprendimos que ser un europeo “de serie B” con pocos medios permite acercarse a l@s empobrecid@s y empatizar con ell@s como nunca podrán nuestros endiosados corresponsales estrella. Pero ese periodismo valientemente precario no deja de ser la constatación del fracaso de una profesión enterrada por sus propias empresas que, de manera escandalosamente irresponsable, cuanto más global e interconectado está todo, menos apuestan por enviar gente por el mundo para ayudar a entenderlo.

Hasta hoy, yo quería recomendar la lectura de la crónica de la vuelta de Daniel Burgui de Somalia: por puro Kapuscinski y por reconocer explícitamente que el 50% del mérito de su trabajo es de Mohamed, su cómplice local, al que hace presente dedicándole la mayor parte de su foto compartida.
"He tratado de escuchar, de aliviar, de hacer sonreír también y de tratar con tremendo respeto a unos individuos que hoy pueden ser retratados como refugiados, pero no es esa la condición que les caracteriza. Es importante ponerse en su lugar. ¿Cómo me gustaría que me tratasen a mí si estuviese en esa situación?"
Pero hoy mismo ha publicado un artículo que también me parece de lectura obligada "Ni piratas, ni terroristas, ni bandidos : buena gente". No es solo que me parezca acertada la manera como equilibra anàlisis político con los puntos de vista de los más vulnerables...

“además de las familias de las dos cooperantes, los que más estarán sufriendo ahora por el secuestro de Montserrat y Blanca son esos 450.000 desplazados y sus familias que en su inmensa mayoría "son buena gente" que necesita ayuda de otra "buena gente". La ONU ha anunciado que ante la inseguridad del último mes -este secuestro es la puntilla de un reguero de ataques- sólo prestará asistencia vital (agua, comida y mantas) y suspende sus otras actividades”.
Lo que me parece emocionante y valioso es que, después de varios días de histeria postsecuestro en los que se empezó por no respetar los tiempos de MSF y se ha continuado rellenando páginas con sandeces ofensivas tanto para los somalís como para los cooperantes, Daniel Burgui le hace el mejor homenaje a Montserrat Serra y Blanca Thiebaut (y a sus razones) al recordarnos cómo, en los peores avisperos y en cualquier lugar del mundo, el instinto que no se pierde es el del cuidado mutuo.

"Tras una semana conociendo familias, hombres, mujeres y niños con tremendas historias de sufrimiento y valentía que estaban agradecidos por la ayuda internacional, deseosos de compartir lo poco que tenían y de cuidarnos a los que vamos allí; Mohamed -que ayer me mandó un sms para decirme que él y su familia estaban bien- me dijo: "Daniel, ya lo has visto, los somalís no somos ni piratas, ni bandidos, ni terroristas, somos buena gente. Sólo queremos vivir bien y en paz. Tienes que volver y contarlo".

-----------------------------------------------------------------------------------Nota al margen: la semana pasada tuve el privilegio de escuchar a Xavier Aldekoa hablando (x skype) del compromiso de muchos jóvenes periodistas como él por África... mientras compartía sala con Bru Rovira. Pasado y presente de La Vanguardia. Queda pendiente conseguir que ese periodismo que aprende sobre la marcha se entienda, y complote, con ese otro periodismo experto y despreciado por los gerentes, para saltar la banca del casino de la información internacional.

1 comentario:

yol dijo...

Hace tiempo escribí un relato titulado “El arte del enredo”. Lo hice en honor de mi amiga Clara Bastardes, la catalana más africana que nunca he conocido y antropóloga de alma y hechos. El cuento recogía sus conversaciones con mujeres mozambiqueñas, retazos de vida que iban y venían tejiendo historias de difícil delimitación.
La metáfora del tejido apareció de nuevo el otro día cuando, en un encuentro con periodistas que han recorrido medio mundo y la mitad del otro narrando historias, Bru Rovira se refería al periodismo como el “arte de coser realidades, de interpretarlas”.
Curiosamente, hoy leo este post de mi querida Montse Santolino, a quien me unió Clara, y me encuentro con la palabra “traductor” –persona que entrelaza sucesos- de la mano del antropólogo Malinoswki y el periodista Kapuscinski . Agradables casualidades que me traen a escena a ese gran profesional que es Daniel Burgui un tanto antropólogo pero sobre todo un tejedor de historias humanas, traductor de sucesos, un humanista donde los haya.
Si de algo se encarga el periodismo es precisamente de eso: de hilar historias humanas, crear puentes, provocar preguntas, dejar espacios en blanco para que ese tejer acabe siendo rematado por las personas que reciben nuestras crónicas. El periodismo es intencional, no puede ser imparcial o anodino. Es ante todo humano.
En los últimos meses he tenido la fortuna de conocer a varias personas que creen en este apasionante –aunque a menudo maltrecho- oficio que es el periodismo. Profesionales como la copa de un pino cuya honestidad y respeto por el Otro empapan cada una de sus crónicas. Para contar con rigor hay que estar, escuchar, Vivir… Lo saben y por eso agarran sus bártulos y se van en condiciones precarias, lejos de los focos que alumbran platós podridos de basura e intoxicación.
M. Santolino recomienda las crónicas de Burgui; yo no puedo hacer otra cosa que reafirmar que deberían ser de obligada lectura para quien quiere dedicarse a ser periodista y serlo de verdad. Cuando, como periodista y cooperante que soy, le di la enhorabuena por su artículo Ni piratas, ni terroristas, ni bandidos: buena gente me dijo “Era de justicia reconocer lo que vi”. ¡Qué grande! Hoy vuelvo a agradecerle por mostrar lo que en esencia somos y hacemos: gente cuidando de otra gente que a su vez nos cuida.
El otro día, decía Ramón Lobo que estamos asistiendo a un genocidio informativo. Discrepo, al menos parcialmente. Tal vez los aires del 15M me tienen optimista, puede ser, pero estoy viendo muy buenas propuestas bullendo, gente muy joven que sirve a la ciudadanía, que le genera interrogantes, que le cuenta historias humanas… que se dedica a esa hermosa labor del arte de coser realidades y que además lo hace francamente bien. Bravo por Xavier Aldekoa, José M. Calatayud, Olga Rodríguez, Juanlu Sánchez, Jessica Romero, Patricia Simón, Eduardo S. Molano, Leila Nachawati, Nicolás Castellano, Susana Hidalgo… Y esa es la hornada joven a la que tendríamos que añadir la veterana: Ramón Lobo, Bru Rovira, Rosa María Calaf, Manu Leguineche, Gervasio Sánchez… Quizá, como bien dice Monstse, queda por fraguar un aprendizaje mutuo entre unos y otros que, sin duda, crearía hermosos tapices de historias.
El nudo obsceno que enreda el tejido no lo crean los y las periodistas –desde luego no todos-, sino las empresas periodísticas que se han arrojado sin escrúpulos a las manos del vil metal. Hilar historias de vida de difícil delimitación nunca tendrá precio; por eso quienes, como Daniel Burgui, creen en el Periodismo –con mayúscula- no serán enfocados por las luces de platós podridos en los que se hace cualquier cosa menos periodismo.
¡Bravo por ellos y ellas!