
La campaña, difundida tanto en medios tradicionales como digitales, está consiguiendo un notable impacto. El discurso utilizado por MSF se sustenta en dos pilares: la búsqueda de su legitimación como oenegé y la importancia otorgada a aquellos elementos que pueden permitir el éxito de la campaña, es decir, la venta de los caramelos. En este último punto, por ejemplo, se destacan la idea del bajo coste de la caja y la participación de varios famosos que apoyan la iniciativa (deportistas, cantantes, actores...).
Sin embargo, desde el punto de vista de la eficiencia cultural, el discurso de MSF presenta varias carencias. Así, en general, se proyecta una imagen de dependencia del Sur con respecto al Norte y las explicaciones sobre las causas estructurales de la situación -por ejemplo, la falta de investigación en las enfermedades que afectan a los países empobrecidos porque no reportan grandes beneficios- son escasas y tienen poca visibilidad. De esta forma, la campaña no promueve una ciudadanía bien informada y crítica y la solidaridad se plantea como un acto aislado que no requiere de gran esfuerzo y no como un compromiso a largo plazo sustentado en una reflexión sobre las causas de las situaciones de desigualdad que existen en el mundo.
En definitiva, el éxito conseguido por MSF en la recaudación de fondos para combatir las enfermedades olvidadas podría haber sido completo si el discurso utilizado en la campaña hubiera tenido en cuenta en mayor medida criterios de eficiencia cultural para impulsar el cambio social.